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viernes, 9 de abril de 2010

Documento del GRR sobre el Fallo De la Corte Santafesina sobre el Municipio de San Jorge

EL RECIENTE FALLO SOBRE EL MUNICIPIO DE SAN JORGE EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, Y LA VOLUNTAD DE MANTENER Y HACER CRECER EL MODELO SOJERO CON DESCONOCIMIENTO DEL PRINCIPIO PRECAUTORIO
El reciente fallo de Cámara en la Provincia de Santa Fe relativo al Municipio de San Jorge, ha merecido importantes espacios periodísticos, ha tenido inclusive, la tapa del diario gubernamental por excelencia, y ha estado en la agenda mediática durante más de una semana considerándoselo como un éxito que frenaría las fumigaciones y el uso irrestricto de tóxicos en la agricultura. La Cámara intervino por la apelación de los demandados a la decisión del Juez en primera instancia, que hacía lugar a una demanda de amparo y que había producido escozor en los sectores ligados a la producción de soja, porque reconocía el principio precautorio a favor de los vecinos, y la necesidad de impedir las fumigaciones con cualquier producto, en las distancias peticionadas por los demandantes, o sea 800 metros para las fumigaciones terrestres y 1.500 metros para las fumigaciones aéreas. Como un hecho relevante el Juez Tristán Martínez sostenía que los demandados, o sea, los dueños de los campos, el Municipio de San Jorge y la Provincia de Santa Fe, deberían haberle acercado estudios propios y no simples remisiones sobre los impactos, y en una decisión valerosa, impuso la obligación de probar su defensa a quienes se encuentran en mejor posición para hacerlo y no a quienes alegan el daño, tal como en este caso son los vecinos de un barrio del municipio de San Jorge. El fallo por lo demás, ponía de manifiesto que ni la Municipalidad ni la Provincia daban garantía alguna de la protección de las personas, y que ni siquiera reconocían saber qué tóxicos eran aplicados. El Juez Martínez concluía dictaminando que entre el ambiente saludable y la salud de las personas, versus la actividad económica, debían primar los primeros intereses y qué, ante la falta de certezas sobre las distancias que harían posible la protección de los vecinos, se inclinaba por conceder las distancias peticionadas en el amparo. Hasta allí entonces, el Juez Tristán Martínez.
¿Qué es lo que dice ahora la Cámara de Apelaciones en lo civil y comercial, que ha merecido tantos respaldos y alharaca desde la prensa oficialista? La Cámara expresa confirmar el fallo de primera instancia, pero en realidad, a nuestro juicio, lo revoca, aunque sea parcialmente, ya que transforma un fallo permanente en una medida cautelar...o sea provisoria. La Cámara admite el recurso interpuesto por la Municipalidad de San Jorge y desestima la acción contra ella por entender y esto es sumamente grave, que no tiene responsabilidad alguna sobre el control de los procedimientos relacionados con las fumigaciones. Hasta ahora, se suponía que el hecho de que los gobiernos provinciales no ejercieran la autoridad de aplicación de una ley de control, no eximía al poder Municipal de sus facultades y obligaciones en el propio territorio.
En segundo lugar, la Cámara modifica la decisión del Juez y limita la prohibición de fumigar a un exiguo plazo de seis meses, que, coincide casualmente con la época de cosecha y post cosecha en que puede prescindirse de tales fumigaciones.
En tercer lugar, entendemos que la Cámara se permite desconocer el principio precautorio admitido por el Juez, a la vez que decide buscar las certezas necesarias, y para ello ordena producir un informe en forma conjunta al Gobierno de la Provincia de Santa Fe y a la Universidad del Litoral. No por separado, sino en conjunto, como obligando a una probable negociación política del informe, y obligando al Juez a pronunciarse nuevamente a la luz de lo que ese informe arroje, a pesar de ya haberse expedido el mismo en la línea de prohibir las fumigaciones. La Cámara, de haber aplicado el principio precautorio, debería haberse pronunciado en el mismo sentido en que lo hiciera el magistrado, prohibiendo las fumigaciones. Por lo contrario, la Cámara, ignora o invisibiliza en este fallo de tanta repercusión mediática, la aplicación del principio precautorio, y ello es muy grave, porque desde una perspectiva jurídica legal, está privando a los damnificados de un derecho que les es fundamental.
Opinamos que no debería instalarse la idea de que, un proceso judicial, mucho menos un amparo ambiental, es el lugar adecuado para salvaguardar a la comunidad de las malas políticas gubernamentales. Las investigaciones, producción de informes, análisis y cuanta cosa necesaria se requiera, debió haberlas producido el Gobierno Provincial con anterioridad a la introducción de las fumigaciones como práctica cotidiana, o apenas surgieran los primeros indicios de los posibles efectos negativos o apenas entrada en vigencia la ley 11.723, que regula las fumigaciones en la provincia. Hoy al Gobierno de Santa Fe, como a la Municipalidad de San Jorge, debió hacérseles asumir su inoperancia y no, en cambio, ordenar la producción de estudios o informes que, con una Argentina en donde se siembran más de 20 millones de hectáreas con soja y donde las fumigaciones son moneda corriente, resulta casi un insulto para todos aquellos sobre los cuales recae y recaerá siempre el gravamen de los éxitos de la agricultura industrial y del modelo agro exportador.
Se ha dicho de manera reiterada en la campaña impulsada por el diario Página 12 y ciertos grupos ambientalistas que parecieran ir detrás de meros criterios de buenas prácticas agrícolas, que la Cámara confirmó el fallo de primera instancia y que tal pronunciamiento se encuentra firme. Ambas afirmaciones resultan falsas por todas las consideraciones que se han explicado anteriormente. Lo que en verdad subyace, es que se ha generado una nueva oportunidad para los demandados, en especial para el Gobierno de Santa Fe, una nueva oportunidad para sostener su obstinación en no reconocer el impacto negativo que las fumigaciones tienen sobre la salud y los ecosistemas, en el estilo de los informes científicos a los que nos tienen habituados, con simples remisiones y sin estudios serios epidemiológicos.
Sospechamos que en esta maniobra periodística de retorcimiento interpretativo de un fallo judicial, existe una operatoria política que, desde el poder central hace de la provincia de Santa Fe, un laboratorio para experimentar con riesgo ajeno, ciertas prácticas de responsabilidad social empresarial y aplicación de criterios técnicamente más apropiados al sostenimiento del modelo. Recordemos que Santa Fe es una provincia que desde perspectivas político partidarias, no es campo propio del oficialismo, y que, por lo tanto permite ciertos márgenes de maniobra, de hecho lo vienen probando en su acercamiento a las campañas contra las fumigaciones, ciertos/as diputados/as del FPV y otros sectores vinculados al gobierno; cuanto más, cuando las consecuencias de cosa juzgada en relación a la negación del principio precautorio y a eximir a los municipios de responsabilidad sobre el control de uso de agrotóxicos, pueden alcanzar proyecciones a nivel nacional.
Sin necesidad de llegar al caso extremo de radioemisoras que nos llamaron en esos días del fallo para conocer nuestra opinión sobre la prohibición del Glifosato... (Sic) podemos decir que, las circunstancias a las que refiere este informe, han puesto en evidencia, la enorme ignorancia existente en los medios intelectuales y periodísticos acerca de esos temas y de cómo esa ignorancia, se hace víctima de la confusión y de la manipulación que se ejerce desde las usinas de inteligencia. Una vez más, debemos recordar que estamos en presencia de un modelo neocolonial aplicado a nuestro país por las Corporaciones transnacionales, por los exportadores, y en especial, por una nueva oligarquía basada en el complejo sojero/aceitero. Que ese modelo es modernizante desde las nuevas perspectivas de los mercados globales, y que cuenta con importantes respaldos de los sectores progresistas y de izquierda, tanto en el gobierno como en la oposición. Que nuestro país ha sido campo de experimentació n desde los años noventa, en que las primeras semillas transgénicas de Monsanto fueron liberadas a su comercializació n, y desde que se fomentó su llegada por bolsa blanca a todos los países vecinos, pese a que en todos ellos existían leyes específicas que las prohibían. Que en los años posteriores, tanto en el plano internacional en relación con el respaldo a la OMC y la oposición a las moratorias y toda norma europea que limitara la entrada de OGM, como en el plano de las políticas locales, con ingestas de soja en los comedores para carenciados y en escuelas para niños, e incorporación de harinas y aceites de soja en toda la cadena alimentaria, nuestro país continúo siendo un centro de experimentació n de esas políticas globales. Que el desarrollo de importantes polos biotecnológicos aportó en el mismo sentido, y que la confirmación definitiva de ese modelo fue la decisión de instalar un Ministerio de Ciencia e Innovación tecnológica, así como que, desde la misma presidencia de la República, se asumiera públicamente que las Universidades deberían colocar la ciencia al servicio del interés empresarial y que las Corporaciones aportaran fondos de manera oficial para esos objetivos. No sorprende por ello, que en lugares críticos y sin mayores riesgos para el modelo implantado de sojización en constante expansión, se experimenten caminos de presunta mayor sustentabilidad y se busque responder a las crecientes demandas vecinales con criterios de supuestas buenas prácticas, de alejamiento de la línea agronómica de los límites de las localidades y comprometiendo a las ONG ambientales y a los grupos de vecinos autoconvocados en prolongados e interminables pleitos jurídicos de improbable resolución. Y por último, que se nos confronte en el reclamo de nuestros derechos a una vida digna, con intrincados informes técnicos, cuando bastaría el mero sentido común y poder visualizar sin preconceptos, la falta de calidad de vida y la cantidad de afectados, para tomar conciencia de que estamos en presencia de impactos gravísimos e impunes, y que esos impactos son consecuencias inevitables de un modelo de país que cuenta con el más amplio respaldo del grueso de la dirigencia política.

GRR Grupo de Reflexión Rural
9 de Abril de 2010

miércoles, 7 de abril de 2010

Malvinas en la Bandera Nacional Argentina

Malvinas en la Bandera Nacional Argentina

Mientras la Bandera Argentina no pueda estar en las Malvinas, las Malvinas estarán en la Bandera Argentina.

(Declaración anterior a la entrada en vigencia del Tratado de Lisboa).

Desde la Junta Americana por los Pueblos Libres proponemos a los argentinos iniciar en 2010 un debate con miras a un plebiscito, para analizar la incorporación al diseño actual de la Bandera Nacional del mapa de las islas Malvinas, en color rojo como la banda roja de la Liga de los Pueblos Libres, por todo lo que ese símbolo tiene de arraigo en nuestra tierra.



La idea consiste en mantener los colores celeste y blanco y el sol incaico; pero añadir en el paño (y por el lapso que los pueblos determinen) una referencia clara a nuestras islas Malvinas: su mapa. Todo sostenido en este eslogan descolonizador, o declaración de principios: mientras la Bandera Argentina no pueda estar en Las Malvinas, Las Malvinas estarán en la Bandera Argentina.

FUNDAMENTOS:

Muchos argentinos, héroes suramericanos de nuestro tiempo, dejaron sus cuerpos en nuestras islas Malvinas durante la guerra de 1982.

Murieron muy jóvenes, peleando contra las potencias económicas y militares más grandes del planeta, lo que los hace todavía más dignos de homenaje y recordación. Otros combatientes cargan hoy con orgullo las cicatrices de la guerra, y otros murieron después, víctimas de las secuelas de la guerra y del olvido a que fueron expuestos por gobiernos serviles del colonialismo.

Los argentinos contrajimos entonces o consolidamos luego un compromiso irrenunciable con ideales y personas que se sintetizan así: Las Malvinas.

La más nueva y más extensa provincia argentina, Tierra del Fuego, es víctima de un colonialismo extemporáneo. Las Malvinas fueron capturadas en el siglo XIX por el imperio británico y siguen anexadas a la Gran Bretaña tras la breve recuperación de 1982, en la que los pueblos hermanos de Nuestra América expresaron su solidaridad histórica con esta causa y con la Argentina, un gesto que jamás podremos olvidar.

En estos meses el colonialismo se está agravando: otros países europeos quieren registrar a nuestras islas del Atlántico Sur y a nuestro Sector Antártico en la Constitución europea. Un eslabón más en su historia de rapiña.

El dominio británico sobre nuestras islas suramericanas del Atlántico Sur es resabio del colonialismo europeo del siglo XIX que logró atravesar todo el siglo XX y se sostiene a inicios del XXI con la complicidad y el apoyo estadounidense. Cuenta también con la obstinación de grupos de fundamentalistas ingleses y sus aliados contra la voluntad de países que votaron, en forma reiterada y en distintas instancias, contra la permanencia de este colonialismo.

Ahora Gran Bretaña insiste en incorporar Las Malvinas a la Constitución europea (mediante el Tratado de Lisboa), y varios países ya están aceptando este atropello a los suramericanos, se están convirtiendo en cómplices. Pese a la gravedad de esta decisión, el gobierno argentino accionó en términos diplomáticos pero no explicó al pueblo las consecuencias de esta nueva embestida europea. Apenas una presentación formal, pero no una acción política dentro y fuera del país para que el pueblo esté alerta y los países sepan que lo nuestro va en serio.

Si algunos gobiernos decidieron desmalvinizar a los argentinos, a los suramericanos, nosotros en cambio proponemos escuchar y obedecer la voz de los pueblos suramericanos que nos mandan malvinizar. Porque Las Malvinas resumen decenas de símbolos de la resistencia de los pueblos de Nuestra América a la opresión imperialista contra nuestros derechos soberanos, opresión por vías diversas que desnuda la connivencia de los poderosos de Estados Unidos y Europa y sus cómplices de acá, y que a nosotros, las mujeres y hombres de Nuestra América, nos exige estar alerta. Nuestra lucha justa por Las Malvinas es una negación palpable del “fin de la historia”, una demostración más del creciente conflicto norte-sur.

Hay hechos puntuales que aún permanecen sin reconocimiento masivo, como el esfuerzo y la valentía de los 18 militantes peronistas que, aquel 28 de setiembre de 1966, en plena dictadura de Onganía, arriesgaron sus vidas para plantar las banderas argentinas en las islas usurpadas, y se quedaron dos días custodiando la soberanía. Maravilloso gesto.

Como entrerrianos y santafesinos, tenemos un compromiso adicional con la liberación de Las Malvinas, si recordamos que el panzaverde Antonio Rivero, el Gaucho Rivero, nos enseñó a resistir la embestida británica y junto a sus compañeros les bajó la bandera a los invasores en los aciagos días de 1833 y 1834, para izar la celeste y blanca, hasta que fue hecho prisionero por los ingleses, y olvidado (si no escondido) por los sectores de poder en la Argentina. Esa proeza que enorgullece al peón argentino, al obrero suramericano, nos llena de ánimo.

Pero no abundaremos aquí sobre las decenas de documentos oficiales que demuestran la consistencia de los reclamos argentinos sobre Las Malvinas, en gobiernos peronistas, radicales y de todos los signos. Pocos objetivos nacionales han sido tan compartidos por todos como Las Malvinas, con notables logros diplomáticos que sería largo enumerar.

El pueblo se las ingenió para mantener la llamita encendida en todas las épocas.

Desde la Guerra última, generada por el oportunismo de la dictadura contraria a los intereses nacionales y populares, y genocida, nuestros veteranos de guerra siguen haciendo esfuerzos por Las Malvinas y sostienen nuestros derechos con actitud encomiable, en la agenda pública. Los veteranos, nuestros héroes, tienen derecho a un reconocimiento público, sin mezquindades, y a un plan universal integral que atienda sus condiciones de vida y sus necesidades de toda índole.

Hay otros ejemplos del ingenio argentino, desde las bases. En Paraná, Entre Ríos, un reconocido periodista abrió su programa radial todos los días, durante muchos años, recordando los años, meses y días de ocupación británica de nuestras islas Malvinas. Esa iniciativa fue imitada por varios medios y periodistas en distintas ciudades de Entre Ríos. Son pequeñas grandes luchas, que la historia reconocerá un día, y nosotros queremos subrayar.

¿Por qué marcar hoy los derechos suramericanos en Las Malvinas, usurpadas por europeos? Ocurre que la incorporación de las Islas del Atlántico Sur y la Antártida a la Constitución europea no es un tema de ayer sino actual, de este mismo año, por eso nos exige hoy una respuesta, una revisión del panorama, una posición firme.

Es esta nueva arremetida europeísta pro británica la que debe desencadenar nuestra respuesta, pero nuestra respuesta será diplomática, política, o la que corresponda. En cambio, la incorporación de Las Malvinas a la Bandera argentina debe ser una decisión hondamente suramericana, nacida de nuestras propias entrañas, y despojada, vale decirlo, de chovinismos o manoseos sectoriales que puedan distorsionar nuestro espíritu. Desde esta perspectiva, también debemos estar atentos porque habrá intereses bien marcados para que Las Malvinas no figuren en la Bandera, intereses que buscarán rotularnos o demonizarnos para desacreditarnos.

Los argentinos de hoy tenemos (entre otros) dos mandatos de nuestros antepasados que son también exigencias de nuestros sucesores: la unidad suramericana y la defensa del territorio suramericano usurpado. Pero además hemos recibido el apoyo permanente de todos los pueblos de Nuestra América, testimonios de hermandad en el reclamo de nuestros derechos. Esos testimonios nos comprometen. Porque cada vez que un país hermano debió votar por nuestros derechos o defender nuestra posición en cualquier circunstancia, lo hizo a sabiendas de que debía enfrentar a países muy poderosos.

No debemos perder de vista aspectos estratégicos en materia comercial, militar y de enormes riquezas naturales, que motivan la persistencia del colonialismo y que constituyen también una amenaza permanente para los suramericanos. Los fundamentalistas europeos buscarán demonizarnos, y se valdrán seguramente de sectores internos de Suramérica, es su especialidad: la inteligencia divisionista. Sus intereses son muy poderosos en el Atlántico Sur, y compartidos con los Estados Unidos de América y la OTAN y sus brazos ejecutores en la cultura, el comercio, las finanzas…

Pues bien, mientras la Bandera Argentina no pueda estar en Las Malvinas, Las Malvinas estarán en la Bandera Argentina.

Será un mensaje para los argentinos y suramericanos que coincidimos en la expresión de unidad que simbolizan Las Malvinas; pero también de los pueblos de Suramérica para el resto del Mundo, en el sentido de que estamos dispuestos a seguir resistiendo al colonialismo y recuperando la unidad de la América criolla íntegra, con el Atlántico Sur libre de colonialistas e imperialistas. Pero además esta conciencia mantendrá el fuego encendido para estar alertas contra cualquier tipo de colonialismo, imperialismo, prepotencia o ardid que hagan peligrar o mellen la soberanía de nuestros pueblos, sea en materia de territorio, cultura, educación, industria, comercio, ciudadanía, riquezas naturales, proyecto político…

Desde la Junta Americana proponemos que entre 2010 y 2015/16 los argentinos desarrollemos un PLAN DE CONCIENTIZACIÓN nacional y global de los derechos argentinos y suramericanos sobre las islas Malvinas y las demás islas del Atlántico Sur y el sector Antártico, con la idea de movilizar a los pueblos para lograr un PROGRAMA CONCERTADO DE DEVOLUCIÓN gradual del territorio completo.

El PLAN tratará de no descuidar ningún aspecto, hasta lograr que los pueblos del mundo entero le reclamemos a Gran Bretaña y sus aliados la devolución del territorio usurpado. Tendrá plazos y preverá marchas de reclamo, hasta que el PROGRAMA CONCERTADO DE DEVOLUCIÓN a corto plazo, sea un hecho.

Las Malvinas formarán parte de los objetivos estratégicos de la Argentina en las relaciones con los demás países. El país agresor jamás será tomado como limítrofe, y la Argentina, como país agredido, actualizará la hipótesis de conflicto porque cada día de permanencia del usurpador inglés en nuestra provincia de Tierra del Fuego es un nuevo ataque a nuestros pueblos.

Ese plan tendrá una finalidad paralela y de igual importancia: la unidad de los argentinos y suramericanos detrás de un objetivo común de dignidad. Y podrá desarrollarse con el debate de otros asuntos vitales para los suramericanos que debemos superar, con diálogo, creatividad y determinación, como es la necesaria y justa salida al mar para Bolivia, por ejemplo, o la necesaria y justa anulación del bloqueo a Cuba, o la lucha que debemos dar contra otros los enclaves estadounidenses en Suramérica (Guantánamo, las agresivas bases militares de Estados Unidos en Colombia, etc.), u otros enclaves más sutiles; y el debate sobre programas de Confederación que esta misma Junta Americana sostiene.

¿Por qué las islas Malvinas en rojo? El rojo es el color de la sangre derramada por la independencia, el federalismo, y la dignidad. Eso involucra a nuestros héroes muertos y heridos por defender los intereses suramericanos en Las Malvinas. El rojo, el color que representa al más profundo sentimiento humano, el amor, fue izado en principio por la revolución libertaria, republicana, federalista, distribucionista encabezada por José Artigas en la Liga de los Pueblos Libres. Recuerda y honra a la población originaria, a negros y criollos, y sus ideales de independencia, república, federalismo, resistencia al imperialismo, atención privilegiada de los más “infelices”, solidaridad, igualdad (naide es más que naide), distribución de tierras, respeto a las comunidades diversas, libertad. Y también es el color que apreciaron nuestros gringos que aportaron aquí sus luchas y su sangre por los derechos obreros y la justicia social, familias que venían de un pasado de luchas cruentas en una Europa que se desintegraba y se encaminaba a dos tremendas guerras mundiales.

Las islas Malvinas representan una larga lucha de los argentinos a través de 17 décadas contra un poder imperialista en su forma más retrógrada, el colonialismo, y deben constituirse en la prenda de UNIDAD, DIGNIDAD e INDEPENDENCIA de los pueblos suramericanos. El resto de los países de Nuestra América sólo esperan que los argentinos expresemos clara nuestra decisión de resistir.

Nadie podrá negarnos, en el planeta, izar nuestra bandera nacional impregnada de verdad y justicia, con Las Malvinas rojas sobre una de sus bandas celestes. Y al mismo tiempo esa bandera nos iluminará el camino del futuro a los argentinos y los suramericanos, un futuro con raíces en el pasado más hondo y continental y con vistas a un futuro de libertad y dignidad.

Para la Junta Americana por los Pueblos Libres, más allá de los logros que obtengamos en esta idea de debatir la incorporación de Las Malvinas a la Bandera, lo más importante es poner a nuestras islas Malvinas en el centro de la escena en 2010 y sostener el debate. Advertir desde el pueblo a Europa que su decisión nos distancia aún más; lustrar en Las Malvinas un contenido que ya tienen de UNIDAD, DIGNIDAD y FUTURO SURAMERICANO.

Algunos familiares de nuestros hermanos caídos en Las Malvinas han manifestado que quieren que la Argentina y Gran Bretaña lleguen a acuerdos para facilitar los viajes, de modo que puedan visitar las tumbas en el cementerio. Eso es un deseo muy atendible. Nosotros proponemos que los familiares puedan no sólo visitar las islas cuando quieran sino quedarse allí el tiempo que deseen, en LIBERTAD, porque son suramericanas, y en ese camino no vemos ningún acuerdo posible con el INVASOR, que no sea la devolución de las islas. Ese es el mandato que se deduce de las luchas de los combatientes argentinos.

Sabemos que el solo anuncio pacífico de pintar Las Malvinas en nuestra Bandera provocará escozor en los invasores. Es una marca a corto, mediano y larguísimo plazo, y no les da blanco al cual atacar. Definiremos así a la Argentina sin agredir, y en los países que no acepten esta Bandera con Las Malvinas, que dice la verdad, estará bien que no la enarbolemos para no molestar a los que se niegan a la verdad, mientras se consumen en sus intereses secundarios y nos niegan.

Las Malvinas rojas en la Bandera será nuestra dignidad suramericana llena de fuego, y será la semilla artiguista, sanmartiniana, bolivariana. Y será a la vez para los fundamentalistas europeos una mancha colonialista, vergonzante. Europa verá en nuestra Bandera su decadencia.

Además de generar un debate con personas y organizaciones sociales diversas, estudiaremos con especialistas las modificaciones necesarias a la ley 23.208/85 y el decreto 858/99 u otras normas, para analizar la posibilidad de cumplir con los objetivos que surjan de la reflexión y el debate.