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martes, 18 de septiembre de 2012

Que la verdad no separe lo que Monsanto ha unido


Kirchner, Clarín, De la Sota, Urribarri, Binner, UCR, hermanados en el poroto

La confluencia de distintos sectores de la política y la economía del país para sacarle jugo a la soja y a las promesas de gas esquisto se ha convertido en principal política de estado. ¿Cómo logró la multinacional Monsanto pegar con “Intacta rr2 PRO” a Cristina Kirchner, José Manuel de la Sota, el grupo Clarín, el socialista Hermes Binner, los radicales, la Sociedad Rural, los pooles y otros grupos detrás de su modelo? ¿Por qué Monsanto distribuirá la nueva soja transgénica en Entre Ríos antes que en el núcleo de la pampa húmeda? ¿A qué malformaciones nos expone el régimen?

La estadounidense Monsanto pintó agosto de rojo en el almanaque. Todos los años celebrará, en agosto, la habilitación que dio el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a su nueva patente, la semilla Intacta, que le permitirá recaudar por millones entre los argentinos dispuestos a sembrarla hasta en las banquinas.
Ya no hay discusión, casi. Monsanto es legal en su reclamo de royalties (derechos de autor), se adueña de las semillas bajo el amparo del estado, y por si fuera poco, es “el orgullo” de la presidente.
De poco sirvió el grito del embriólogo Andrés Carrasco sobre la contribución del glifosato a crear monstruos desde el embrión, en el seno de las mamás entrerrianas, argentinas, ante el peso del peso sobre peso que ofrece Monsanto.
 “Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto”, había dicho en junio la presidente Cristina Fernandez en su visita a los Estados Unidos, tras escuchar como música la promesa de inversiones millonarias. Dos meses después aprobó la soja Intacta rr2 Pro bt, con un sistema que obligará a los agricultores a pagar sí o sí la patente a Monsanto cada vez que usen la semilla o cada vez que la vendan. El sueño de la multinacional se cumplía con creces. Monsanto hizo su agosto y para desviarnos del eje la Cancillería salió a cuestionar a Uruguay y a su pastera, y desde Economía le apuntaron a Techint. Fuegos de artificio: la noticia es la transparencia en torno del maridaje del gobierno argentino con la firma supuestamente más odiada, en lo que sería el “cristinismonsanto”.

El abrazo con Clarín

Y festejaron Monsanto, el kirchnerismo y Clarín, al mismo tiempo. “Ganar eficiencia en el uso de los recursos ambientales y sustentabilidad de producción son aspectos muy importantes para el manejo agronómico de los cultivos. Por ello, todas las nuevas tecnologías se encolumnan tras estos objetivos”, se pudo leer en el diario de Buenos Aires.
Hace años que Clarín, La Nación y otros medios y grupos económicos trabajan a favor del modelo sojero Monsanto, lo mismo que el gobierno, pero en el gobierno sostenían en el discurso algo distinto. Ahora, sin dar explicaciones a sus seguidores, Monsanto pasó a ser una perlita del progresismo y la militancia quedó patinando en seco.
“Desde hace 16 años, luego del lanzamiento del RR1, que confería exclusivamente la resistencia al Round Up, no se conocían nuevos eventos transgénicos en soja. En este caso, para el BtRR2, la compañía norteamericana buscó el consenso de la cadena de la soja en Argentina que le permitiría traer su portfolio de variedades y que le sea reconocida la propiedad intelectual como obtentor de este desarrollo”.
Eso dijo  Clarín sin ocultar una sensación de triunfo. Eso firmó el gobierno con “orgullo”. Y eso festejó Monsanto.
Monsanto buscó consenso en “la cadena de la soja”, es decir, en los pooles, las exportadores y los grandes grupos, o sea, la cadena de contados beneficiarios del régimen, que con pocos nombres suman el 60 % de la producción.  ¿Podrían dar, por caso, los nombres de diez verdaderos trabajadores de la tierra a quienes hayan consultado?
Rr significa resistente al Roundup (glifosato). Así, uno riega de glifosato, mata todo lo verde, y la soja resiste. Pero rr2 resiste también a otros males.
La nueva patente habilitada por el gobierno da garantías contra tres obstáculos mayores de este desarrollo sojero: Rachiplusia (oruga medidora), Anticarsia gemmatalis (oruga de las leguminosas), y homo sapiens sapiens (bípedos aptos para el destierro, según la definición no escrita del régimen).
Desde el hospital materno infantil San Roque de Paraná gritan los casos demielomeningoceles, gastroquisis, polimalformaciones, linfomas, leucemias, que llegan de San José, Maciá, Lucas González, Federal, Valle María, y tantas ciudades, y hay expertos que sostienen que estamos ante una “masacre” y que debe investigarse entre las causas el sistema agrario marca Monsanto-Cargill, pero desde los gobiernos, ante la duda, prefieren seguir embolsando, expresar su “orgullo” por la multinacional, dejar en veremos el principio precautorio (consagrado en pactos internacionales y en nuestra propia ley ambiental), y que sea lo que Monsanto quiera.

El sinceramiento

Organizaciones sociales, gremios, legisladores, organismos públicos especializados, profesionales y colegios, agrupaciones ambientalistas y universidades están exponiendo en estos días sus reflexiones en torno del uso y la tenencia de la tierra.
Tanto en el orden nacional como en el provincial se avecinan debates intensos, principalmente desde  el sinceramiento de la alianza del oficialismo con la multinacional estadounidense y su modelo de producción con sustancias químicas y transgénicos.
Circula entre los ambientalistas de Paraná un video que ensambla la catarata de elogios de Cristina Fernández a Monsanto, en su última visita a los Estados Unidos, con los documentales conocidos sobre la inquietante historia de esa multinacional y sus engaños (El mundo según Monsanto de Marie Monique Robin).
El último anzuelo de Monsanto fue una promesa de desembolso millonario en “Malvinas Argentinas”, una localidad de la provincia de Córdoba a la que le quedará chingueando el nombre, desde la incursión neocolonialista estadounidense.
Las marchas masivas de los vecinos contra Monsanto, con carteles que gritan Fuera Monsanto, de poco sirvieron para que los “enemigos” Cristina Fernández y Juan Manuel de la Sota se juntaran a favor de la multinacional.
Pero en verdad el modelo de mucha soja y abultados ingresos para el estado nacional ya venía seduciendo vía money a la Casa Rosada.
El caso es que Monsanto celebró que el gobierno argentino habilitara su nueva patente, con la que embolsará millones, y anunció que los “productores” de la mayor parte de la soja de la Argentina habían aceptado su propuesta.
No es difícil para las multinacionales juntar las cabezas de pooles y exportadores que controlan desde el poder financiero y especulativo (con anuencia del gobierno) la mayor parte del negocio sojero, y se hacen pasar (ante los desprevenidos) por agricultores. Es vox pópuli que el 5 % de los “productores” concentra el 60 % de la soja en la Argentina (lo mismo ocurre en Paraguay y Brasil).
Lo cierto es que si a la Argentina se le ha cuestionado una y otra vez la ausencia de políticas de estado, hoy la tiene y se llama Monsanto. Esa palabra actúa a la manera del huevo en la masa porque une ingredientes que aparentan ser inconciliables como las figuras principales del gobierno nacional, el gobierno de Entre Ríos, Clarín, La Nación, Cargill, los pooles, el capital financiero, los gobiernos de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires provincia, Buenos Aires ciudad (todos supuestos adversarios de Cristina Fernández), la Sociedad Rural y algunos partidos llamados “de oposición” como el radicalismo, el Pro y el socialismo, aliados en el régimen de los agronegocios bajo el mega proyecto que desembarcó durante el menemismo y se perfeccionó en la actual gestión. La puntada final fue en este agosto con Intacta, y la Argentina quedó a un paso del partido único sojero de la plutocracia.

Se viene el debate

Iniciativas sobre el uso de sustancias químicas en la producción agraria, el ordenamiento del monte nativo, el arraigo de la juventud en áreas rurales, el arrendamiento, junto a otros proyectos que discuten el sistema impositivo y la distribución de los recursos (nación-provincia), provocarán intercambios de información y enfrentamientos cruzados en lo que resta del año.
A pesar de los vaivenes, en las últimas semanas el gobierno nacional aportó mayor claridad a los debates al sincerar su relación con Monsanto, para que no quedaran dudas ni en los Estados Unidos ni en los seguidores locales del oficialismo.
Los elogios de la presidente a Monsanto y su opinión (infundada) de que sin transgénicos el mundo se muere de hambre, facilitaron la comprensión de las políticas que hasta ahora habían sido iguales, pro soja,  pero con un discurso anti sojero.
Las agrupaciones ambientales y los (contados) gremios de pequeños y medianos productores que luchan por la diversidad productiva y la agricultura con agricultores, es decir, por políticas de arraigo y en una economía sustentable, verán ahora aceitadas sus tareas.
Lo cierto es que hoy la soja genéticamente modificada por Monsanto para resistir al glifosato, el uso extensivo del glifosato de Monsanto para matar todo lo que no sea soja, las patentes de Monsanto en distintos granos, son la línea central de la economía argentina que hizo en un poroto sus cimientos.

Gualeguaychú y la coherencia

De los proyectos más conocidos en torno al uso de sustancias químicas y al arraigo de los pobladores en su región, casi todos permiten convivir con el régimen Monsanto, pero morigerando sus efectos nocivos sobre la salud, el ambiente y las poblaciones rurales y semiurbanas, empujadas al éxodo.
El modelo que concentra la propiedad y el uso de la tierra va unido a una cierta naturalización o resignación, principalmente en Entre Ríos donde el flagelo de la expulsión de habitantes (750 mil ciudadanos echados en seis décadas) no sensibiliza ni a los gobernantes ni a los dirigentes gremiales del campo y la ciudad (con excepciones), que tienen a la vista las consecuencias del destierro como sistema, principalmente en la proliferación de taperas y pueblos fantasmas pero también en los censos.
Lo cierto es que el régimen pone en verdaderos aprietos a sus seguidores. Se nota, por dar un caso extremo, entre los kirchneristas de Gualeguaychú que lanzan misiles hacia el otro lado del río por la presencia de la pastera UPM, en una cruzada ambiental, mientras por otro lado aplauden el maridaje con Monsanto y los transgénicos, y la explotación del gas esquisto.

Kirchnerista y Pro

Veamos qué más dijo Clarín ante el sinceramiento sojero del gobierno menem-kirchnerista: “El secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, ya firmó la resolución que dispone la liberación comercial de la soja ‘Intacta RR2 Pro’, que fue modificada genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo que como su antecesor será resistente al glifosato (el más popular herbicida) y le agregará resistencia al ataque de insectos. Era una vuelta de tuerca necesaria, pues la soja RR original es una tecnología que tras 17 años que estaba comenzando a mostrar flaquezas. Por caso, hay malezas que han ido adquiriendo resistencia”.
Luego recordó el acuerdo de Monsanto con la industria semillera por “un sistema que le permita cobrar de los productores los royalties correspondientes”.
“De todos modos, la decisión de apurar el paso y liberar comercialmente el nuevo evento OGM (organismos genéticamente modificados) se dio luego de una reunión a fines de junio entre directivos de Monsanto y la presidenta Cristina Kirchner. Luego de escuchar anuncios de inversiones millonarias, ella misma dio garantías de que se respetará la patente de la nueva soja RR2”.
“Un estudio del experto Eduardo Trigo, a fin de 2011, afirmó que la superficie sembrada con soja sería de apenas 10 millones de hectáreas (y no de 20 millones, como llegó a ser) si (Felipe) Solá no hubiese firmado aquella resolución de 1996 (aceptando el ingreso transgénico). Trigo calculó también que toda la soja de más que se produjo en estos 15 años permitió el ingreso de 62.000 millones de dólares adicionales al país. El dato sirve, al menos, para entender la verdadera dimensión de estos latosos temas técnicos”.
Clarín y los gobiernos nacional y provinciales de distinto signo coinciden en que la abrupta tendencia al monocultivo, la apropiación de la genética por multinacionales estadounidenses, la producción a gran escala y sin agricultores, el vuelco del capital financiero al agro para desplazar a los campesinos, los daños a la salud, vida y la biodiversidad por la fumigación con sustancias químicas, son, en fin “latosos temas técnicos”. Y alumbran lo que ya estaba a la luz: los miles de millones de dólares, ante los cuales, el arraigo, las pymes, el trabajo sano y la vida misma se convierten en víctimas, si acaso, de “daños colaterales”.
El lector puede obtener en internet abundante información sobre los riesgos de la explotación del gas esquisto, también prometido en estos meses para Entre Ríos como una tabla de salvación.
Falta decir, entre tantas cosas, que aquí como en distintas zonas de Abya Yala (América) se están organizando los vecinos para resistir.

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Cristina, Binner y De la Sota deslumbrados

Dijo Cristina Fernández en USA: “Estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz (...) Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos… Aquí tengo —y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa— el prospecto de Monsanto. Vieron que cuando hacen prospecto es porque ya está hecha la inversión, sino no te hacen prospecto. Así que una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en la provincia de Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de carácter transgénico, que se llama Intacta”.
“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como nuestro plan también industrial. Y me decía, hoy, su titular que les había impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir en la misma línea”.
“Yo le comentaba —y la gente de Monsanto no lo sabía— que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia, porque cuando me tocó inaugurar, el otro día, una ampliación de un emprendimiento minero: Cerro Vanguardia, en mi provincia, lo habíamos inaugurado cuando Néstor era Gobernador y cuando otros eran los propietarios, ahora hay nuevos propietarios. Y han pasado de la minería a cielo abierto a minería en excavación y es justamente donde han encontrado en plena Patagonia ríos subterráneos. A ellos les causa problemas, pero a nosotros nos ha llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”.
“También una Argentina con un potencial energético muy importante: tenemos el tercer yacimiento descubierto —hasta ahora— de gas shale”.
En coincidencia con la presidente, para el socialista Hermes Binner, la soja es “un producto estrella”, porque con ese grano se puede producir biocombustible, carnes, aceite, y por eso “tiene una potencialidad extraordinaria”.
“La pelea por ese plus de la soja es muy grande, tanto del gobierno que trata de quedarse con las retenciones y de los productores que dicen ‘es mía’. Es un precio excepcional de un producto excepcional que tiene a partir de esta realidad una importancia clave para la recuperación de la Argentina. Hoy con el déficit de la balanza comercial todos miran a la soja como elemento que puede recuperar una balanza comercial positiva en la argentina”, comentó estos días Hermes Binner en un programa televisivo de Neuquén llamado Cartago.
José Manuel de la Sota defendió, a su hora, la inversión de Monsanto en su provincia de Córdoba: “Producir semillas no tienen ningún efecto contaminante. (…) Entonces todos deberíamos andar con taparrabo porque todo acto humano tiene algún impacto ambiental”, manifestó el por estas horas adversario del gobierno nacional (excepto en temas sojeros).
Sin embargo, tranquilizó a los ambientalistas al decir que “los entiende”.
A las incontables advertencias de agrupaciones que protegen el ambiente y la vida sobre los daños que producirá la consolidación del modelo Monsanto se sumaron algunos pocos dirigentes y es el caso del entrerriano Alfredo de Ángeli de la Federación Agraria Argentina. “Perderemos el derecho propio del uso de la semilla. Esto se llama perder un derecho ancestral que es el uso propio de la semilla, no seremos dueños de decidir sobre nuestra semilla. Hay un acuerdo muy avanzado en el que el gobierno le daría las regalías extendidas a Monsanto, y así perdemos el derecho del uso propio de semillas. Esto significa más soja y más concentrada”, alertó.

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Vaquero fue al grano

El vicepresidente de Monsanto Argentina, Pablo Vaquero, explicó por qué empezarán con Intacta en el litoral y el noroeste, a fines del año 2013, antes que en el núcleo sojero. “Porque tenemos variedades de grupos largo ya desarrollados por Nidera y Don Mario, lo que nos lleva a arrancar por esa región. No tenemos todavía grupos cortos para la pampa húmeda”.
Se refirió así, ante las preguntas de Infocampo, a las variedades de soja según su modo de maduración, para las distintas latitudes.
Le preguntaron cómo funcionará el sistema, y Vaquero fue, claro, al grano: “Muy similar al Brasil. Paga al momento de la compra de la semilla certificada o si la guarda para resembrar a la campaña siguiente. Y va a haber un control en el grano para que aquellos productores que no hayan pagado en esas dos instancias, que obviamente va a ser un valor más alto porque nos interesa que el sistema se base en el pago en la bolsa o en el uso propio oneroso”.


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Teratógenos con aval del estado

La teratología estudia a las criaturas anormales. Del antiguo griego theratos: monstruo.
Teratógeno es un agente que puede provocar un defecto congénito, una sustancia que afecta al embrión.
El doctor Andrés Carrasco, investigador destacado del Conicet, aseguró en sus visitas a Paraná que el Roudup es teratógeno, es decir, provoca malformaciones. Genera monstruos.
“El glifosato es teratógeno porque induce la variación de concentraciones de un viejo y conocido teratógeno experimental de la clínica médica llamado ácido retinoico”, manifestó el investigador.
El glifosato, agregó, “inhibe algunos genes pero no directamente porque no es una sustancia endógena del embrión: los inhibe a través de un mecanismo indirecto, que es el ácido retinoico, un derivado de la vitamina A que todos los vertebrados tienen, que regula muchos genes. Es un viejo teratógeno por exceso o por ausencia. El glifosato incrementa la cantidad de ácido retinoico en el embrión, y al interferir en el metabolismo produce la malformación”.


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La expulsión, una enfermedad

Pequeñas organizaciones sociales en Entre Ríos sostienen, a diferencia de los partidos políticos de mayor alcance electoral, que la vida sustentable y el arraigo en esta provincia tienen como condición sine qua non la expulsión de las multinacionales, por considerarlos factores de distorsión y extractivismo incompatibles con la sociedad.
Empezando, claro, por las que se apropian de las semillas.
Desde esa perspectiva, con reformas paulatinas o abruptas, los entrerrianos pueden imaginar un desenvolvimiento autónomo con sistema propio. Los problemas de Entre Ríos no son comunes a todas las regiones del país, y por eso exigen respuestas particulares.
Desde el mismo instante en que se considere la expulsión de habitantes como una enfermedad social, las respuestas comenzarán  a ser adecuadas a la magnitud del problema. Del diagnóstico dependerán los medicamentos.
Si se llega a la conclusión de que la condena al destierro de miles de entrerrianos es un mal que debe curarse, entonces se establecerá una emergencia en torno de las oportunidades de trabajo para los jóvenes, y principalmente mirando a las grandes masas de jóvenes hacinados en barrios más o menos marginales de Paraná, Concordia, Concepción del Uruguay, Gualeguaychú y otras cincuenta ciudades.
El desarraigo no es un problema del campo, es un problema de las personas, y sus efectos se notan mejor en las grandes urbes, donde se agolpan las víctimas.
Para empezar un plan de acceso a la tierra hay que analizar una serie de factores que deben atenderse al mismo tiempo, porque uno cobra sentido al lado del otro.
Frente a la concentración de la tenencia y el uso de la tierra, frente a la petróleo dependencia y la consolidación del modelo Monsanto-Cargill, los grupos privilegiados del régimen; y frente a la fumigación masiva, la pérdida de biodiversidad y la expulsión masiva de habitantes, existen planes muy distintos de trabajo, arraigo, distribución, capacitación, salud, solidaridad, que ven en los grupos concentrados y sus aliados en los partidos políticos verdaderos enemigos del desarrollo digno.