Kirchner, Clarín,
De la Sota, Urribarri, Binner, UCR, hermanados en el poroto
La confluencia de distintos sectores de la política y la
economía del país para sacarle jugo a la soja y a las promesas de gas esquisto
se ha convertido en principal política de estado. ¿Cómo logró la multinacional
Monsanto pegar con “Intacta rr2 PRO” a Cristina Kirchner, José Manuel de la
Sota, el grupo Clarín, el socialista Hermes Binner, los radicales, la Sociedad
Rural, los pooles y otros grupos detrás de su modelo? ¿Por qué Monsanto
distribuirá la nueva soja transgénica en Entre Ríos antes que en el núcleo de
la pampa húmeda? ¿A qué malformaciones nos expone el régimen?
La estadounidense Monsanto pintó agosto de rojo en el almanaque.
Todos los años celebrará, en agosto, la habilitación que dio el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner a su nueva patente, la semilla Intacta, que le
permitirá recaudar por millones entre los argentinos dispuestos a sembrarla
hasta en las banquinas.
Ya no hay discusión, casi. Monsanto es legal en su reclamo de
royalties (derechos de autor), se adueña de las semillas bajo el amparo del
estado, y por si fuera poco, es “el orgullo” de la presidente.
De poco sirvió el grito del embriólogo Andrés Carrasco sobre la
contribución del glifosato a crear monstruos desde el embrión, en el seno de
las mamás entrerrianas, argentinas, ante el peso del peso sobre peso que ofrece
Monsanto.
“Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar
porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto”, había dicho en junio la
presidente Cristina Fernandez en su visita a los Estados Unidos, tras escuchar
como música la promesa de inversiones millonarias. Dos meses después aprobó la
soja Intacta rr2 Pro bt, con un sistema que obligará a los agricultores a pagar
sí o sí la patente a Monsanto cada vez que usen la semilla o cada vez que la
vendan. El sueño de la multinacional se cumplía con creces. Monsanto hizo su
agosto y para desviarnos del eje la Cancillería salió a cuestionar a Uruguay y
a su pastera, y desde Economía le apuntaron a Techint. Fuegos de artificio: la
noticia es la transparencia en torno del maridaje del gobierno argentino con la
firma supuestamente más odiada, en lo que sería el “cristinismonsanto”.
El abrazo con Clarín
Y festejaron Monsanto, el kirchnerismo y Clarín, al mismo tiempo.
“Ganar eficiencia en el uso
de los recursos ambientales y sustentabilidad de producción son aspectos muy
importantes para el manejo agronómico de los cultivos. Por ello, todas las
nuevas tecnologías se encolumnan tras estos objetivos”, se pudo leer en el
diario de Buenos Aires.
Hace años que Clarín, La Nación y otros medios y grupos
económicos trabajan a favor del modelo sojero Monsanto, lo mismo que el
gobierno, pero en el gobierno sostenían en el discurso algo distinto. Ahora,
sin dar explicaciones a sus seguidores, Monsanto pasó a ser una perlita del
progresismo y la militancia quedó patinando en seco.
“Desde hace 16 años, luego del lanzamiento del RR1, que confería
exclusivamente la resistencia al Round Up, no se conocían nuevos eventos
transgénicos en soja. En este caso, para el BtRR2, la compañía norteamericana
buscó el consenso de la cadena de la soja en Argentina que le permitiría traer
su portfolio de variedades y que le sea reconocida la propiedad intelectual
como obtentor de este desarrollo”.
Eso dijo Clarín sin ocultar una sensación de triunfo. Eso
firmó el gobierno con “orgullo”. Y eso festejó Monsanto.
Monsanto buscó consenso en “la cadena de la soja”, es decir, en
los pooles, las exportadores y los grandes grupos, o sea, la cadena de contados
beneficiarios del régimen, que con pocos nombres suman el 60 % de la
producción. ¿Podrían dar, por caso, los nombres de diez verdaderos
trabajadores de la tierra a quienes hayan consultado?
Rr significa resistente al Roundup (glifosato). Así, uno riega
de glifosato, mata todo lo verde, y la soja resiste. Pero rr2 resiste también a
otros males.
La nueva patente habilitada por el gobierno da garantías contra
tres obstáculos mayores de este desarrollo sojero: Rachiplusia (oruga medidora), Anticarsia gemmatalis (oruga de
las leguminosas), y homo sapiens sapiens (bípedos aptos para el destierro,
según la definición no escrita del régimen).
Desde el hospital materno infantil San Roque de Paraná gritan
los casos demielomeningoceles, gastroquisis, polimalformaciones, linfomas,
leucemias, que llegan de San José, Maciá, Lucas González, Federal, Valle María,
y tantas ciudades, y hay expertos que sostienen que estamos ante una “masacre”
y que debe investigarse entre las causas el sistema agrario marca
Monsanto-Cargill, pero desde los gobiernos, ante la duda, prefieren seguir
embolsando, expresar su “orgullo” por la multinacional, dejar en veremos el
principio precautorio (consagrado en pactos internacionales y en nuestra propia
ley ambiental), y que sea lo que Monsanto quiera.
El sinceramiento
Organizaciones sociales, gremios, legisladores, organismos
públicos especializados, profesionales y colegios, agrupaciones ambientalistas
y universidades están exponiendo en estos días sus reflexiones en torno del uso
y la tenencia de la tierra.
Tanto en el orden nacional como en el provincial se avecinan
debates intensos, principalmente desde el sinceramiento de la alianza del
oficialismo con la multinacional estadounidense y su modelo de producción con
sustancias químicas y transgénicos.
Circula entre los ambientalistas de Paraná un video que ensambla
la catarata de elogios de Cristina Fernández a Monsanto, en su última visita a
los Estados Unidos, con los documentales conocidos sobre la inquietante
historia de esa multinacional y sus engaños (El mundo según Monsanto de Marie Monique Robin).
El último anzuelo de Monsanto fue una promesa de desembolso
millonario en “Malvinas Argentinas”, una localidad de la provincia de Córdoba a
la que le quedará chingueando el nombre, desde la incursión neocolonialista
estadounidense.
Las marchas masivas de los vecinos contra Monsanto, con carteles
que gritan Fuera Monsanto, de poco sirvieron para que los “enemigos” Cristina
Fernández y Juan Manuel de la Sota se juntaran a favor de la multinacional.
Pero en verdad el modelo de mucha soja y abultados ingresos para
el estado nacional ya venía seduciendo vía money a la Casa Rosada.
El caso es que Monsanto celebró que el gobierno argentino
habilitara su nueva patente, con la que embolsará millones, y anunció que los
“productores” de la mayor parte de la soja de la Argentina habían aceptado su
propuesta.
No es difícil para las multinacionales juntar las cabezas de
pooles y exportadores que controlan desde el poder financiero y especulativo
(con anuencia del gobierno) la mayor parte del negocio sojero, y se hacen pasar
(ante los desprevenidos) por agricultores. Es vox pópuli que el 5 % de los
“productores” concentra el 60 % de la soja en la Argentina (lo mismo ocurre en
Paraguay y Brasil).
Lo cierto es que si a la Argentina se le ha cuestionado una y otra
vez la ausencia de políticas de estado, hoy la tiene y se llama Monsanto. Esa
palabra actúa a la manera del huevo en la masa porque une ingredientes que
aparentan ser inconciliables como las figuras principales del gobierno
nacional, el gobierno de Entre Ríos, Clarín, La Nación, Cargill, los pooles, el
capital financiero, los gobiernos de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires provincia,
Buenos Aires ciudad (todos supuestos adversarios de Cristina Fernández), la Sociedad
Rural y algunos partidos llamados “de oposición” como el radicalismo, el Pro y
el socialismo, aliados en el régimen de los agronegocios bajo el mega proyecto
que desembarcó durante el menemismo y se perfeccionó en la actual gestión. La
puntada final fue en este agosto con Intacta, y la Argentina quedó a un paso
del partido único sojero de la plutocracia.
Se viene el debate
Iniciativas sobre el uso de sustancias químicas en la producción
agraria, el ordenamiento del monte nativo, el arraigo de la juventud en áreas
rurales, el arrendamiento, junto a otros proyectos que discuten el sistema
impositivo y la distribución de los recursos (nación-provincia), provocarán
intercambios de información y enfrentamientos cruzados en lo que resta del año.
A pesar de los vaivenes, en las últimas semanas el gobierno
nacional aportó mayor claridad a los debates al sincerar su relación con
Monsanto, para que no quedaran dudas ni en los Estados Unidos ni en los
seguidores locales del oficialismo.
Los elogios de la presidente a Monsanto y su opinión (infundada)
de que sin transgénicos el mundo se muere de hambre, facilitaron la comprensión
de las políticas que hasta ahora habían sido iguales, pro soja, pero con
un discurso anti sojero.
Las agrupaciones ambientales y los (contados) gremios de pequeños
y medianos productores que luchan por la diversidad productiva y la agricultura
con agricultores, es decir, por políticas de arraigo y en una economía
sustentable, verán ahora aceitadas sus tareas.
Lo cierto es que hoy la soja genéticamente modificada por Monsanto
para resistir al glifosato, el uso extensivo del glifosato de Monsanto para
matar todo lo que no sea soja, las patentes de Monsanto en distintos granos,
son la línea central de la economía argentina que hizo en un poroto sus
cimientos.
Gualeguaychú y la coherencia
De los proyectos más conocidos en torno al uso de sustancias
químicas y al arraigo de los pobladores en su región, casi todos permiten
convivir con el régimen Monsanto, pero morigerando sus efectos nocivos sobre la
salud, el ambiente y las poblaciones rurales y semiurbanas, empujadas al éxodo.
El modelo que concentra la propiedad y el uso de la tierra va
unido a una cierta naturalización o resignación, principalmente en Entre Ríos
donde el flagelo de la expulsión de habitantes (750 mil ciudadanos echados en
seis décadas) no sensibiliza ni a los gobernantes ni a los dirigentes gremiales
del campo y la ciudad (con excepciones), que tienen a la vista las
consecuencias del destierro como sistema, principalmente en la proliferación de
taperas y pueblos fantasmas pero también en los censos.
Lo cierto es que el régimen pone en verdaderos aprietos a sus
seguidores. Se nota, por dar un caso extremo, entre los kirchneristas de
Gualeguaychú que lanzan misiles hacia el otro lado del río por la presencia de
la pastera UPM, en una cruzada ambiental, mientras por otro lado aplauden el
maridaje con Monsanto y los transgénicos, y la explotación del gas esquisto.
Kirchnerista y Pro
Veamos qué más dijo Clarín ante el sinceramiento sojero del
gobierno menem-kirchnerista: “El secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, ya
firmó la resolución que dispone la liberación comercial de la soja ‘Intacta RR2
Pro’, que fue modificada genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo que como
su antecesor será resistente al glifosato (el más popular herbicida) y le
agregará resistencia al ataque de insectos. Era una vuelta de tuerca necesaria,
pues la soja RR original es una tecnología que tras 17 años que estaba
comenzando a mostrar flaquezas. Por caso, hay malezas que han ido adquiriendo
resistencia”.
Luego recordó el acuerdo de Monsanto con la industria semillera
por “un sistema que le permita cobrar de los productores los royalties
correspondientes”.
“De todos modos, la decisión de apurar el paso y liberar
comercialmente el nuevo evento OGM (organismos genéticamente modificados) se
dio luego de una reunión a fines de junio entre directivos de Monsanto y la
presidenta Cristina Kirchner. Luego de escuchar anuncios de inversiones
millonarias, ella misma dio garantías de que se respetará la patente de la
nueva soja RR2”.
“Un estudio del experto Eduardo Trigo, a fin de 2011, afirmó que
la superficie sembrada con soja sería de apenas 10 millones de hectáreas (y no
de 20 millones, como llegó a ser) si (Felipe) Solá no hubiese firmado aquella
resolución de 1996 (aceptando el ingreso transgénico). Trigo calculó también
que toda la soja de más que se produjo en estos 15 años permitió el ingreso de
62.000 millones de dólares adicionales al país. El dato sirve, al menos, para
entender la verdadera dimensión de estos latosos temas técnicos”.
Clarín y los gobiernos nacional y provinciales de distinto signo
coinciden en que la abrupta tendencia al monocultivo, la apropiación de la
genética por multinacionales estadounidenses, la producción a gran escala y sin
agricultores, el vuelco del capital financiero al agro para desplazar a los
campesinos, los daños a la salud, vida y la biodiversidad por la fumigación con
sustancias químicas, son, en fin “latosos temas técnicos”. Y alumbran lo que ya
estaba a la luz: los miles de millones de dólares, ante los cuales, el arraigo,
las pymes, el trabajo sano y la vida misma se convierten en víctimas, si acaso,
de “daños colaterales”.
El lector puede obtener en internet abundante información sobre
los riesgos de la explotación del gas esquisto, también prometido en estos
meses para Entre Ríos como una tabla de salvación.
Falta decir, entre tantas cosas, que aquí como en distintas zonas de
Abya Yala (América) se están organizando los vecinos para resistir.
dtf
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Cristina, Binner y De la Sota deslumbrados
Dijo Cristina Fernández en USA: “Estuve con Monsanto, que nos
anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz (...) Y además
estaban muy contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la vanguardia en
materia de eventos biotecnológicos… Aquí tengo —y esto la verdad que se los
quiero mostrar porque estoy muy orgullosa— el prospecto de Monsanto. Vieron que
cuando hacen prospecto es porque ya está hecha la inversión, sino no te hacen
prospecto. Así que una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en la
provincia de Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de
carácter transgénico, que se llama Intacta”.
“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a
ayudar a la concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como
nuestro plan también industrial. Y me decía, hoy, su titular que les había
impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la ciencia y a
la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir en la misma línea”.
“Yo le comentaba —y la gente de Monsanto no lo sabía— que tenemos
una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por
ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica
los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y
tenemos también agua en la Patagonia, porque cuando me tocó inaugurar, el otro
día, una ampliación de un emprendimiento minero: Cerro Vanguardia, en mi
provincia, lo habíamos inaugurado cuando Néstor era Gobernador y cuando otros
eran los propietarios, ahora hay nuevos propietarios. Y han pasado de la
minería a cielo abierto a minería en excavación y es justamente donde han
encontrado en plena Patagonia ríos subterráneos. A ellos les causa problemas,
pero a nosotros nos ha llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el
elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”.
“También una Argentina con un potencial energético muy importante:
tenemos el tercer yacimiento descubierto —hasta ahora— de gas shale”.
En coincidencia con la presidente, para el socialista Hermes
Binner, la soja es “un producto estrella”, porque con ese grano se puede
producir biocombustible, carnes, aceite, y por eso “tiene una potencialidad
extraordinaria”.
“La pelea por ese plus de la soja es muy grande, tanto del
gobierno que trata de quedarse con las retenciones y de los productores que
dicen ‘es mía’. Es un precio excepcional de un producto excepcional que tiene a
partir de esta realidad una importancia clave para la recuperación de la
Argentina. Hoy con el déficit de la balanza comercial todos miran a la soja
como elemento que puede recuperar una balanza comercial positiva en la
argentina”, comentó estos días Hermes Binner en un programa televisivo de
Neuquén llamado Cartago.
José Manuel de la Sota defendió, a su hora, la inversión de
Monsanto en su provincia de Córdoba: “Producir semillas no tienen ningún efecto
contaminante. (…) Entonces todos deberíamos andar con taparrabo porque todo
acto humano tiene algún impacto ambiental”, manifestó el por estas horas
adversario del gobierno nacional (excepto en temas sojeros).
Sin embargo, tranquilizó a los ambientalistas al decir que “los
entiende”.
A las incontables advertencias de agrupaciones que protegen el
ambiente y la vida sobre los daños que producirá la consolidación del modelo
Monsanto se sumaron algunos pocos dirigentes y es el caso del entrerriano
Alfredo de Ángeli de la Federación Agraria Argentina. “Perderemos el derecho
propio del uso de la semilla. Esto se llama perder un derecho ancestral que es
el uso propio de la semilla, no seremos dueños de decidir sobre nuestra
semilla. Hay un acuerdo muy avanzado en el que el gobierno le daría las
regalías extendidas a Monsanto, y así perdemos el derecho del uso propio de
semillas. Esto significa más soja y más concentrada”, alertó.
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Vaquero fue al grano
El vicepresidente de Monsanto Argentina, Pablo Vaquero, explicó
por qué empezarán con Intacta en el litoral y el noroeste, a fines del año
2013, antes que en el núcleo sojero. “Porque tenemos variedades de grupos largo
ya desarrollados por Nidera y Don Mario, lo que nos lleva a arrancar por esa
región. No tenemos todavía grupos cortos para la pampa húmeda”.
Se refirió así, ante las preguntas de Infocampo, a las
variedades de soja según su modo de maduración, para las distintas latitudes.
Le preguntaron cómo funcionará el sistema, y Vaquero fue, claro,
al grano: “Muy similar al Brasil. Paga al momento de la compra de la semilla
certificada o si la guarda para resembrar a la campaña siguiente. Y va a haber
un control en el grano para que aquellos productores que no hayan pagado en
esas dos instancias, que obviamente va a ser un valor más alto porque nos
interesa que el sistema se base en el pago en la bolsa o en el uso propio
oneroso”.
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Teratógenos con aval del estado
La teratología estudia a las criaturas anormales. Del antiguo
griego theratos: monstruo.
Teratógeno es un agente que puede provocar un defecto congénito, una sustancia que afecta al embrión.
Teratógeno es un agente que puede provocar un defecto congénito, una sustancia que afecta al embrión.
El doctor Andrés Carrasco, investigador destacado del Conicet,
aseguró en sus visitas a Paraná que el Roudup es teratógeno, es decir, provoca
malformaciones. Genera monstruos.
“El glifosato es teratógeno porque induce la variación de concentraciones de un viejo y conocido teratógeno experimental de la clínica médica llamado ácido retinoico”, manifestó el investigador.
“El glifosato es teratógeno porque induce la variación de concentraciones de un viejo y conocido teratógeno experimental de la clínica médica llamado ácido retinoico”, manifestó el investigador.
El glifosato, agregó, “inhibe algunos genes pero no directamente
porque no es una sustancia endógena del embrión: los inhibe a través de un
mecanismo indirecto, que es el ácido retinoico, un derivado de la vitamina A
que todos los vertebrados tienen, que regula muchos genes. Es un viejo
teratógeno por exceso o por ausencia. El glifosato incrementa la cantidad de
ácido retinoico en el embrión, y al interferir en el metabolismo produce la
malformación”.
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La expulsión, una enfermedad
Pequeñas organizaciones sociales en Entre Ríos sostienen, a
diferencia de los partidos políticos de mayor alcance electoral, que la vida
sustentable y el arraigo en esta provincia tienen como condición sine qua non
la expulsión de las multinacionales, por considerarlos factores de distorsión y
extractivismo incompatibles con la sociedad.
Empezando, claro, por las que se apropian de las semillas.
Desde esa perspectiva, con reformas paulatinas o abruptas, los
entrerrianos pueden imaginar un desenvolvimiento autónomo con sistema propio.
Los problemas de Entre Ríos no son comunes a todas las regiones del país, y por
eso exigen respuestas particulares.
Desde el mismo instante en que se considere la expulsión de
habitantes como una enfermedad social, las respuestas comenzarán a ser
adecuadas a la magnitud del problema. Del diagnóstico dependerán los
medicamentos.
Si se llega a la conclusión de que la condena al destierro de
miles de entrerrianos es un mal que debe curarse, entonces se establecerá una
emergencia en torno de las oportunidades de trabajo para los jóvenes, y
principalmente mirando a las grandes masas de jóvenes hacinados en barrios más
o menos marginales de Paraná, Concordia, Concepción del Uruguay, Gualeguaychú y
otras cincuenta ciudades.
El desarraigo no es un problema del campo, es un problema de las
personas, y sus efectos se notan mejor en las grandes urbes, donde se agolpan
las víctimas.
Para empezar un plan de acceso a la tierra hay que analizar una
serie de factores que deben atenderse al mismo tiempo, porque uno cobra sentido
al lado del otro.
Frente a la concentración de la tenencia y el uso de la tierra,
frente a la petróleo dependencia y la consolidación del modelo
Monsanto-Cargill, los grupos privilegiados del régimen; y frente a la
fumigación masiva, la pérdida de biodiversidad y la expulsión masiva de
habitantes, existen planes muy distintos de trabajo, arraigo, distribución,
capacitación, salud, solidaridad, que ven en los grupos concentrados y sus
aliados en los partidos políticos verdaderos enemigos del desarrollo digno.
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